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25 Jun, 2019

Viaje de descubrimiento propio.

Mi llegada a Armenia empezó de una forma rara. Llegué a Gyumri junto a otra voluntaria, Bianca, ambas sin saber ni una palabra de armenio. Los primeros días fueron difíciles, ya que me costaba mucho comunicarme en el trabajo, en los lugares de la ciudad, o con mi familia anfitriona. Llegué a pensar que estaba haciendo realmente acá, y dude si quedarme tanto ya que mi plan era quedarme 6 meses.

Pasaron las semanas y todos mis miedos y lo que pensaba cambió por completo. Creamos un increíble grupo de voluntarios, ya que en Gyumri en invierno éramos pocos y nos volvimos mas cercanos. Mi familia anfitriona excelente, siempre preocupándose por mi bienestar, aunque no pudiéramos hablar mucho con palabras. Creo que Gyumri es una experiencia muy distinta a Ereván, y todos deberían animarse a experimentarla. La gente, la ciudad, tener que hablar si o si en armenio porque es muy raro que la gente hable inglés, etc.

Luego de un mes me mudé a Ereván, donde empecé a adorar Armenia. Empecé a hablar más armenio, a animarme más a hablar. Mi trabajo también me encantó, y el grupo de amigos que forme acá es inolvidable. Hicieron mi experiencia 10 veces mejor. Tanto me gustó la experiencia, que decidí extender mi voluntariado 3 meses más. Y pensar que la primera semana no estaba segura si quedarme o no.

Las excursiones, una de las mejores cosas de Birthright. Conoces a más voluntarios, conoces lugares hermosos y únicos, y todo de forma divertida. Los almuerzos siempre son geniales y la comida es riquísima. La mejor excursión fue sin dudas Artsakh. Pudimos conocer dos bases militares, almorzar con los soldados y hablar con ellos un rato. También conocer la realidad de las familias en Shushi, ya que nos alojamos en casas de familia. La hospitalidad que existe en Artsakh es impresionante. Teníamos algo llamado Wine Mob, donde te dan una botella de vino y teníamos que lograr que nos inviten a pasar a una casa para tomarlo con la familia. La primera puerta que tocó mi grupo, ya nos invitaron. La señora empezó a poner algunas frutas en la mesa y algo de comida casera. Es asombroso cómo la gente es tan buena ahí, e incluso si no te conocen, te invitan de todos modos.

Al principio, el choque cultural cuesta un montón. La gente te mira fijo todo el tiempo, te hacen un millón de preguntas y hasta te dicen que estas locas por venir a Armenia cuando todos se van al exterior. La primera pregunta siempre es “¿Hay es?” (¿Sos Armenia?), luego de responder “Hay em” (Soy Armenia), todo es distinto, te tratan como si fueras una más y hasta te invitan a las casas a tomar café. Y la segunda pregunta casi siempre es ¿Estás casada? Cuando respondes que no, ¡hasta te intentan casar! Pero más allá de las diferencias culturales, la gente es muy hospitalaria. ¡Te hablan hasta en el transporte público!

Puedo decir que ha sido la mejor experiencia de mi vida hasta ahora. Hice amigos de todo el mundo, conocí otra cultura totalmente diferente, aprendí un montón de cosas y me desafíe muchas veces. Y lo mejor de todo es que ahora puedo hasta leer y escribir en armenio, lo cual era impensado para mi cuando llegué.

Me quedo con los mejores recuerdos, y excelentes amigos a la distancia.

Aní Kemanian.

Montevideo, Uruguay.


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